Beneficios de un gimnasio

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Los beneficios de un gimnasio son muchos. Uno de ellos es mirar, discretamente, a mujeres mientras practican deporte…

Ella estaba en la escaladora del gimnasio, yo, detrás, miraba su espalda, cubierta apenas por un halter top, imaginando mi lengua recorrer el camino seguido por el sudor hasta detenerse en la pretina de su ajustado pantalón deportivo.

Después de labor honesta y constante logré respuesta a mi saludo, luego, intercambio de palabras y recomendaciones cuando coincidíamos, intencionalmente de mi parte, en alguno de los aparatos. Finalmente, un día hablamos un poco más y la invité a cenar, previo proceso deductivo sobre su estado civil y situación amorosa.

Ya estando en el restaurante inicié el proceso de mi famosa técnica, con patente en trámite, para conseguir sexo oral en la primera cita, pero me detuve cuando me percaté que no estaba logrando aterrizar los puntos necesarios para alcanzar mi objetivo. Así, resignado, finalizada la opípara cena, la llevé a su apartamento y me fui a casa para poder hacer buen uso de mis recuerdos.

Tuvieron que pasar varias semanas saliendo para que, finalmente, una noche, después de cenar y de abundantes bebidas espirituosas, al llegar apartamento, me invitara a pasar. Ya en el interior, sin darme cuenta, estábamos besándonos, sobándonos y así llegamos a la habitación. Una vez dentro, durante el escarceo, me bajé el cierre y saqué el pene, ella, amablemente, aceptó la invitación inclinándose para chuparlo aunque fue muy breve, haciéndome pensar más en una inspección de calidad que en un honesto intento de provocarme placer.

Acto seguido, me abrazó e insinuó su cama, nos recostamos y mientras la besaba comencé a desnudarla, luego la recorrí besando la piel que mis manos desnudaban, me detuve un instante en sus pezones y seguí hasta el ombligo, donde jugué un poco, continué mi camino hasta llegar a su sexo y acariciarlo despacio con mi lengua, sintiendo la excitación que provocaba, después apunté la lengua a su clítoris e introduje mi dedo índice en la vagina, al tiempo que ella me asió por el cabello con ambas manos moviéndolas en una clara indicación del ritmo que esperaba siguiera.

Pasados unos minutos, escuché el incremento en la intensidad de los gemidos, concentré el índice en su punto G mientras mi lengua trabajaba el clítoris hasta que, sin limitación alguna, arribó su majestad el Orgasmo. Ella, súbitamente, con sus manos, apretó mi cabeza contra su pelvis y juntó sus piernas evitando que me moviera… o respirara. Afortunadamente me soltó a los pocos segundos porque estaba comenzando a sofocarme y, como esta mujer era una atleta, la posibilidad de liberarme por cuenta propia hubiera requerido esfuerzo adicional.

Liberado, me desnudé con celeridad y coloqué un preservativo, me acomodé encima y comencé a penetrarla. El ritmo y la resistencia de ambos, adquiridos gracias a los beneficios de un gimnasio, nos ayudaron a coincidir y llegar, con facilidad, a donde queríamos llegar, al menos ella porque yo, como muchas otras veces, no conseguí mi objetivo. Finalizado el vaivén al que sometimos su cama, se detuvo, me abrazó, suspiró y cerró los ojos. A pesar de seguir excitado, decidí no insinuar mi deseo de sexo oral porque en ese momento, la mujer entre mis brazos, se veía preciosa.

Muy pronto la relación llegó a su fin porque jamás digo mentiras, salvo que sean absolutamente necesarias, porque mentir por el acto mismo de hacerlo sería una patología, y ella no pudo comprender que yo hubiera enfrentado la necesidad de mentirle. Sin embargo, nos seguimos viendo cuando coincidimos en alguno de los aparatos del gimnasio, pero sólo nos saludamos como dos personas que coincidimos pero no se conocen y no tienen interés en hacerlo.

Otros beneficios de un gimnasio son la buena condición física y resistencia a ejercicio cardiovascular que el sexo requiere. También ser atractivo al sexo opuesto y, por supuesto, gozar de buena salud.